Recuerdo muy bien cuando niño con unos 5 o 6 años de edad, como en todas las ciudades del interior del país, los días domingos y algunas otras fechas importantes en el calendario cívico patriótico, algún instituto armado organizaba la ceremonia de izamiento del pabellón nacional y un desfile de las tropas. Como todo niño curioso observaba los uniformes militares tan vistosos y deslumbrantes, me admiraban mucho más las botas de soldado, que años después supe que se llamaban “borceguíes”. Aquellas botas se me grabaron tanto en la mente que fácilmente conseguía soñar muchísimas veces con ellas puestas en mis pies. Cuando llegó la edad de escoger una carrera profesional, mi madre me sugirió la carrera de las armas, de la cual tenía muy poca información, pero cuando el orientador conversó sobre los detalles del uniforme, me di cuenta que las botas de soldado iban a acompañarme a lo largo de toda una carrera. Las botas de mis “sueños” fueron uno de los motivos más “importantes” por los que abracé esa carrera, en la que me realicé totalmente como soldado y ser humano al servicio de la Patria. Ya en filas aprendí a cuidarlas, amarlas y lustrarlas con betún, agua y algodón para obtener el máximo brillo posible.
Resulta que cuando pasé al retiro guarde un par de botas de “piloto”, muy parecidas a los borceguíes que las gané como un presente del Comando en el año 95. No las usé durante 11 años, y solamente algunos días atrás debido al intenso frio en el sur del Brasil, decidí volverlas a usar, pero antes usé el mismo método de sacar brillo, con betún agua y algodón, dio resultado en una de las punteras y en la otra no. Y por la noche soñé después de muchos años con las botas y las punteras brillando, lo que me dejó pensando al día siguiente sobre su significado. Lógicamente que primero me llené de inmensa alegría y dulces recuerdos. Con visión de Coach diría que este último sueño puede ser el inicio de una nueva fase en mi vida o pueda que sea un áncora de más éxitos y satisfacciones.
Por todo ello es oportuno recordar que mientras dormimos, nuestra mente baraja las experiencias del día junto con sus correspondientes pensamientos y emociones, igual a un jugador de póker enloquecido tratando de conseguir esa mano que le asegure ganar la partida. Esos sueños pueden darnos pistas, susurros e indicios acerca de nuestra vida, de dónde estamos y a dónde queremos ir. Escenifican nuestros problemas y preocupaciones. En los sueños nuestras metáforas se convierten en realidad. Pero los sueños son más que eso, porque cuando soñamos utilizamos la imaginación, volamos de los confines de nuestra vida a un mundo más amplio donde todo es posible y no estamos limitados a las cartas que nos han sido repartidas en el mundo real. En ellos tenemos libertad para tomar cualquier otra carta que pueda cambiar la suerte de la partida. Los sueños nos llevan más allá de nosotros mismos. Cada cambio y acción trascendental en nuestra vida comienza con un sueño. Utilizamos la imaginación para proyectarnos hacia el mejor de los futuros. Confíe en sus sueños y corra tras de ellos hasta hacerlos realidad.
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