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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Semillas de Muérdago No 31: COACHING E INTELIGENCIA EMOCIONAL PARA NIÑOS Y JÓVENES




          Desde la década de los 60, 70 en la época de los “hippies”, somos testigos  que la violencia  infantil y juvenil a cada año va aumentando asombrosa y preocupantemente. En este sentido existen investigaciones realizadas en los EEUU y en diferentes países del globo, entre niños y adolescentes comprendidos entre los siete y los dieciséis años de edad, donde se compararon la situación emocional de éstos a mediados de la década de los setenta y a finales  de los ochenta, demostrando la existencia de un claro descenso en el grado de competencia emocional. Este estudio, que se basa en las valoraciones realizadas por los padres y los profesores, muestra un deterioro de esta situación. Y no se trata de que exista un solo problema, sino que todos los indicadores apuntan en la misma dirección inquietante. Estos son, en términos generales los ámbitos en los que ha habido un franco deterioro de la calidad social de ese grupo:

Marginación o problemas sociales: tendencia al aislamiento, a la reserva y al mal humor; falta de energía; insatisfacción y dependencia.
Ansiedad y depresión: soledad; excesivos miedos y preocupaciones; perfeccionismo; falta de afecto; nerviosismo, tristeza y depresión.
Problemas de atención o de razonamiento: incapacidad para prestar atención y permanecer quieto; “sueños diurnos”; impulsividad; exceso de nerviosismo que impide la concentración; bajo rendimiento académico; pensamientos obsesivos.
Delincuencia o agresividad: relaciones con personas problemáticas; uso de la mentira y el engaño; exceso de justificación; desconfianza; exigir la atención de los demás; desprecio por la propiedad ajena; desobediencia en casa y en la escuela; mostrarse testarudo y caprichoso; hablar demasiado; fastidiar a los demás y tener mal genio.
Ninguno de estos problemas considerados aisladamente, es lo bastante poderoso como para llamar nuestra atención, pero tomados en conjunto constituyen un claro indicador de la existencia de cambios muy profundos, como un nuevo tipo de pandemia que ataca a nuestra infancia y juventud y que afecta negativamente  su nivel de competencia emocional. Este desasosiego emocional parece ser el precio que van a pagar los jóvenes por la vida moderna  con alta tecnología que estamos generando. Una pregunta muy particular que deberíamos hacernos con toda honestidad, sería: ¿Nuestros propios hijos, nietos o sobrinos están dentro de esta estadística?

          Une Bronfenbrenner, conocida psicóloga evolutiva de la Universidad de Cornell que ha llevado a cabo un estudio comparativo a escala mundial sobre el bienestar infantil, afirma: «las presiones externas son tan grandes que, a falta de un buen sistema de apoyo, hasta las familias más unidas están empezando a fragmentarse. La incertidumbre, la fragilidad y la inestabilidad de la vida cotidiana familiar afectan a todos los segmentos de nuestra sociedad, incluyendo a las personas acomodadas y con un elevado nivel cultural. Lo que está en juego es nada menos que la próxima generación —especialmente los varones—, que durante su desarrollo son mas vulnerables ante las fuerzas disgregadoras y a los devastadores efectos del divorcio, la pobreza y el desempleo. El estatus de las familias y los niños  es más inquietante que nunca [...] Estamos privando a millones de niños de sus capacidades y de sus aptitudes morales».

          Por lo tanto, no se trata de un fenómeno exclusivamente norteamericano sino de una situación global donde el mercado mundial busca abaratar los costos laborales y termina haciendo mella sobre la familia. Esta es una época en la que, las familias se ven acosadas, en la que ambos padres deben trabajar muchas horas y se ven obligados a dejar a los niños abandonados a su propia suerte o, como mucho, al cuidado del televisor o la guardería. Es una época en la que muchos niños crecen en condiciones de extrema pobreza; una época en la que cada vez hay más familias con un solo responsable; una época, en la que la atención cotidiana que reciben los más jóvenes raya en la negligencia. Todo esto supone, aun en el caso de que los padres alberguen las mejores intenciones, el menoscabo de los pequeños, innumerables y sustanciosos intercambios familiares que van cimentando el desarrollo de las facultades emocionales.

          ¿Qué podemos hacer pues, si la familia ya no cumple adecuadamente con su función de preparar a los hijos para la vida?

Un análisis más detenido de los mecanismos que subyacen en cada uno de estos problemas concretos nos ayudará a comprender la importancia de las habilidades sociales y emocionales, y arrojará luz sobre las medidas preventivas o correctivas más eficaces para encauzar a los niños en una dirección más adecuada. Entre ellas podemos citar acciones referentes al: control de la agresividad, prevención de la depresión, los trastornos que causan los hábitos alimenticios, trabajo con personas solitarias y marginadas, el aprendizaje de la importancia de la amistad, prevención del abuso  del alcohol y drogas.

          Actualmente, se observa un gran esfuerzo que hace el Coaching por utilizar diferentes tipos de herramientas como la Inteligencia Emocional para ayudar a las personas a aliviar este tipo de problemas que afectan su equilibrio, bienestar y  felicidad  en la vida. Existe  desde hace unos veinte años, un programa de capacitación  “Self Science”, un modelo para la enseñanza de la inteligencia emocional en las escuelas. Cuya directora  Karen Stone McCown afirma: «cuando enseñamos algo sobre el enojo, ayudamos a  los niños a comprender que casi siempre es una reacción secundaria y a buscar lo que subyace en él: “¿estás herido? ¿celoso?” Es así como nuestros niños aprenden que siempre disponen de diferentes posibilidades para responder a una emoción y que su vida será más rica cuantas más alternativas de respuesta tengan».

          La enumeración de los contenidos de Self Science coincide punto por punto con los temas fundamentales de la inteligencia emocional y con las habilidades esenciales que constituyen una forma primaria de prevención para las dificultades que preocupan a los niños.
Los temas impartidos incluyen la toma de conciencia de uno mismo (en el sentido de reconocer los propios sentimientos, elaborar un vocabulario adecuado y conocer la relación existente entre los pensamientos, los sentimientos y las reacciones), darse cuenta de si, como son los pensamientos o los sentimientos los que están gobernando una determinada decisión, considerar las consecuencias de las distintas alternativas posibles y aplicar todo este conocimiento a la toma de decisiones sobre temas tales como: la droga, el alcohol, el tabaco o el sexo. Otra forma de decirlo sería afirmar que la conciencia de uno mismo consiste en reconocer los puntos fuertes y las debilidades de cada uno y contemplarse bajo una perspectiva positiva pero realista (evitando así un error muy frecuente referido a la autoestima).

          Otros temas muy importantes consisten en controlar las emociones: comprender lo que se halla detrás de un determinado sentimiento (por ejemplo, el dolor que desencadena el enojo), aprender formas de manejar la ansiedad, la ira y la tristeza, asumir la responsabilidad de nuestras decisiones y de nuestras acciones y proseguir hasta llegar a alguna solución de compromiso. Una habilidad social clave es la empatía (rapport), la comprensión de los sentimientos de los demás, lo cual implica asumir su punto de vista y respetar las diferencias existentes en el modo en que las personas experimentan los sentimientos. Las relaciones también constituyen un tema extraordinariamente importante (un tema que supone aprender a escuchar y a preguntar), diferenciar entre lo que alguien dice y hace y nuestras propias reacciones y juicios, aprender a ser positivo (en lugar de enojado o pasivo) y adiestrarse en las artes de la cooperación, la resolución de conflictos y la negociación de compromisos.

          Al término de la capacitación el niño o adolescente es sometido a una especie de diálogo socrático y a un test oral en Self Science. Algunas de las preguntas finales son: «describe una respuesta adecuada para ayudar a un amigo a resolver el conflicto que supone  que alguien le presione a tomar drogas», «¿cómo solucionarías el problema de un amigo que suele molestarte?» o «enumera algunas formas sanas de manejar el estrés, el enfado o el miedo». Estoy seguro de que, esté donde esté, Aristóteles, siempre tan preocupado por la cuestión de las habilidades emocionales, aplaudiría este intento. Que de buena forma nosotros (en nuestra realidad latino-americana)  también podríamos capacitar a nuestros niños y adolescentes en las escuelas a fin de comprender y controlar sus emociones, generando Inteligencia Emocional, que va a ir en provecho de la calidad de vida de ellos mismos y de nuestra sociedad en general.

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