Como en toda sociedad
moderna y democrática, participamos
continuamente en elecciones para “escoger” a los líderes que dirigirán los
destinos de nuestros países o comunidades en los próximos años y como normalmente
sucede en esas circunstancias, se respira una atmósfera de incertidumbre,
escepticismo e incredulidad en la eficacia, eficiencia y honestidad de los candidatos. Nuestras sociedades perdieron la
confianza en los políticos, por el abuso de poder, la corrupción moral y
económica a la que somos sometidos en razón del sistema democrático
distorsionado que construimos.
Muy a menudo aparecen
“líderes políticos”, intelectuales, periodistas y formadores de opinión
esforzándose por descubrir o importar “recetas” que remedien la gravísima
situación que vivimos. Al final de
varios intentos frustrados para aliviar este estado de cosas, llegamos a la
conclusión conformista de que nuestro sistema democrático actual es el mal menor de todos los otros sistemas
políticos que ya experimentamos en el pasado, resignándonos al conformismo, a la inacción y falta de
participación política de las grandes mayorías. Los Politólogos, congresistas,
sociólogos y estudiosos de la materia, todavía no consiguen visualizar la
verdadera causa de la caótica situación en que vive nuestra sociedad. El
Estado aún no puede integrar a los grandes grupos sociales que viven excluidos de las condiciones básicas de vida
que necesita todo ser humano para su desarrollo armónico y equilibrado. Las
teorías, críticas, sugerencias y recomendaciones para solucionar nuestros
grandes problemas se orientan más a las
formas: normas, leyes e
infraestructura material y no a la esencia misma del origen y fin supremo de
toda sociedad civilizada, que es el propio hombre
con sus peculiares y asombrosas características, complejas, egoístas e
imprevisibles.
El ciudadano o ciudadana
que asume o pretende ejercer el poder otorgado por sus compatriotas a través de las urnas para dirigir los
destinos de una colectividad, debería
exigirse a sí mismo tener un nivel de conciencia que garantice que cada uno de
sus actos en el ejercicio de sus funciones públicas sean en provecho exclusivo de quienes van a
representar, es decir de TODA la sociedad sin excepciones. En medio de la crítica realidad social
en que vivimos, felizmente el Coaching
todavía consigue confiar en uno de los
grandes descubrimientos de nuestra actual generación. Nos referimos a la capacidad de CAMBIO que todos tenemos en
estado latente, el hombre sí puede cambiar radicalmente su vida pública y
privada, simplemente
alterando los hábitos y actitudes perniciosos de su mente.
Ser o estar consciente de
algo es darse cuenta de las causas y consecuencias de nuestros actos, aquí es donde aparece la perspectiva de los niveles
de consciencia que cada uno de nosotros podemos observar fácilmente en
nuestras actitudes.
- No consciencia: instintiva y
seguidora
- Sub consciencia: habitual, robótica,
reactiva
- Consciencia: atenta, inteligente,
conceptual, reflexiva
- Supra consciencia: intuitiva,
orientadora, verdadera, amorosa y universal.
Estos niveles reflejan
claramente en que márgenes de consciencia Ud. se mueve habitualmente durante el
día y en cada uno de sus actos. Cuando usamos nuestras mentes en un nivel de
consciencia más elevado facilitamos la
abertura de nuestra supra consciencia, que es el nivel al cual deberíamos esforzarnos en llegar todos los seres humanos
y en especial los candidatos a ejercer
el poder político en provecho de las grandes mayorías de la sociedad. Saber utilizar nuestra mente
consciente para dirigir a la mente subconsciente permite entrar en comunicación
y armonía con la mente universal, ese es el
secreto del poder personal que todos tenemos y que todo lo puede, es decir
alcanzar El Bien Común y el propio. Piense y medite profundamente en estas
palabras, me temo que no tenemos otra salida.