Cuando Ud. estuviera
sufriendo, cuando estuviera infeliz, quédese totalmente con el Ahora. La
infelicidad y los problemas no consiguen sobrevivir al Ahora, al Presente,
¡experimente!
El sufrimiento comienza
cuando Ud. clasifica o rotula una situación de “indeseable” o “mala”. Ud. se
ofende con alguna situación y esa ofensa despierta el ego que reacciona.
Clasificar o rotular es un
comportamiento común, pero también es un hábito
que bien puede ser descartado o cambiado. Comience procurando “no
rotular” los pequeños acontecimientos. Si Ud. perdió el avión, su equipo
favorito de futbol perdió, se tropezó y quebró una taza de café, se resbaló y
cayó en el barro --¿Será Ud. capaz de
contenerse y no rotular el hecho como ruin y desastroso?, ¿Es capaz de aceptar
la “situación” tal como se presenta en aquél momento?--
Rotular alguna cosa o
evento como malo o ruin provoca una tensión emocional. Si Ud. deja que las
cosas existan sin clasificarlas, Ud. pasa a tener un enorme poder. La tensión emocional lo
separa de ese poder, que es el propio poder de la vida. Vaya más allá del bien o el
mal tratando de no clasificar o dar un juicio de valor a las cosas como buenas
o malas. Cuando controlamos el hábito de rotular y clasificar, el Poder del
Universo nos invade. Cuando nos relacionamos con las experiencias procurando no
reaccionar, lo que antes llamaríamos de “malo” cambia rápidamente a través del
poder de la propia vida.
Observe lo que sucede
cuando, en vez de clasificar algo como “malo”, Ud. ACEPTA y dice un “Si”
interno, dejando que la experiencia sea tal como es.
Cualquiera que sea su
situación, ¿Cómo es que Ud. se sentiría si la aceptase como ella es --exactamente
Ahora--?
Existen muchas formas
sutiles y menos sutiles de sufrimiento, tan “normales” que no se acostumbra
considerarlas como sufrimiento, y pueden hasta parecer satisfactorias para el ego.
Algunas de ellas son: irritación, impaciencia, rabia, enfrentamiento,
resentimiento, reclamo. Ud. puede aprender a
reconocer todas esas formas de sufrimiento a la hora que ocurren y decir para
si mismo: “Estoy creando un sufrimiento para mi”.
Si Ud. tiene el hábito de
crear sufrimiento para si mismo, debe estar creando también para las otras
personas “queridas” de su entorno cotidiano. Para eliminar esos hábitos mentales inconscientes, basta tomar control de ellos, percibiéndolos apenas
aparezcan.
Es imposible estar al mismo
tiempo consciente y creando sufrimiento para si mismo.
El milagro es entender lo siguiente:
Por detrás de cada situación, persona o cosa que parezca “mala” o “perversa”
esta contenido un bien profundo. Este bien se revela a Ud. –interna o
externamente--cuando Ud. acepta la
situación tal como es o se presenta.
“No resista al mal” es una
de las mas grandes verdades de la humanidad.
Un diálogo con su Ser Superior sería:
“Acepte lo que es”
- “No puedo. Yo me siento
agitado e irritado por causa de ello”
“Entonces, acepte lo que
es”
- “¿Aceptar que estoy agitado e irritado?, ¿Aceptar
que no consigo aceptar?”
“Eso mismo. Acepte su
propia no aceptación. Entréguese a su no entrega. Y vea lo que sucede”.
El dolor físico es uno de
los maestros más duros que se puede tener. El nos enseña que “la resistencia es
inútil” Es absolutamente normal no
desear sufrir. Pero, si Ud. se despoja de ese deseo y acepta la presencia del
dolor, tal vez note una sutil separación interna, un espacio entre Ud. y el
dolor. Eso significa que Ud. pasa a sufrir conscientemente, aceptando. Cuando
Ud. sufre conscientemente, cuando acepta el dolor físico de una enfermedad o accidente,
ese dolor cambia al ego, porque el ego es formado sobretodo de resistencia. Lo
mismo sucede con una gran deficiencia física.
“Ofrecer su sufrimiento a
Dios” es otra forma de hacer eso.
No es necesario ser
cristiano para entender la profunda verdad contenida en forma simbólica en la
imagen de la cruz. La cruz es un instrumento
de tortura. Ella simboliza uno de los más grandes sufrimientos, limitaciones y
desamparos que un ser humano pueda experimentar. Entonces, de repente ese ser
humano se entrega, acepta sufrir conscientemente. Es lo que traducen las
palabras de Cristo en la cruz: “Hágase en mi según su voluntad y no la mía.” En
ese momento, la cruz, el instrumento de tortura, muestra su cara oculta: ella
también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo Divino.
Al entregarse, aquello que
parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental se convierte
en una abertura para esa dimensión.