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jueves, 11 de septiembre de 2014

Semillas de Muérdago No. 55: EL FIN DEL SUFRIMIENTO II




     Cuando Ud. estuviera sufriendo, cuando estuviera infeliz, quédese totalmente con el Ahora. La infelicidad y los problemas no consiguen sobrevivir al Ahora, al Presente, ¡experimente!

      El sufrimiento comienza cuando Ud. clasifica o rotula una situación de “indeseable” o “mala”. Ud. se ofende con alguna situación y esa ofensa despierta el ego que reacciona.
Clasificar o rotular es un comportamiento común, pero también es un hábito que bien puede ser descartado o cambiado. Comience procurando “no rotular” los pequeños acontecimientos. Si Ud. perdió el avión, su equipo favorito de futbol perdió, se tropezó y quebró una taza de café, se resbaló y cayó en el barro  --¿Será Ud. capaz de contenerse y no rotular el hecho como ruin y desastroso?, ¿Es capaz de aceptar la “situación” tal como se presenta en aquél momento?--

      Rotular alguna cosa o evento como malo o ruin provoca una tensión emocional. Si Ud. deja que las cosas existan sin clasificarlas, Ud. pasa a tener un enorme poder. La tensión emocional lo separa de ese poder, que es el propio poder de la vida. Vaya más allá del bien o el mal tratando de no clasificar o dar un juicio de valor a las cosas como buenas o malas. Cuando controlamos el hábito de rotular y clasificar, el Poder del Universo nos invade. Cuando nos relacionamos con las experiencias procurando no reaccionar, lo que antes llamaríamos de “malo” cambia rápidamente a través del poder de la propia vida.

      Observe lo que sucede cuando, en vez de clasificar algo como “malo”, Ud. ACEPTA y dice un “Si” interno, dejando que la experiencia sea tal como es.
Cualquiera que sea su situación, ¿Cómo es que Ud. se sentiría si la aceptase como ella es --exactamente Ahora--?
Existen muchas formas sutiles y menos sutiles de sufrimiento, tan “normales” que no se acostumbra considerarlas como sufrimiento, y pueden hasta parecer satisfactorias para el ego. Algunas de ellas son: irritación, impaciencia, rabia, enfrentamiento, resentimiento, reclamo. Ud. puede aprender a reconocer todas esas formas de sufrimiento a la hora que ocurren y decir para si mismo: “Estoy creando un sufrimiento para mi”.

      Si Ud. tiene el hábito de crear sufrimiento para si mismo, debe estar creando también para las otras personas “queridas” de su entorno cotidiano. Para eliminar esos hábitos mentales inconscientes, basta  tomar control de ellos, percibiéndolos apenas aparezcan.
Es imposible estar al mismo tiempo consciente y creando sufrimiento para si mismo.
El milagro es entender lo siguiente: Por detrás de cada situación, persona o cosa que parezca “mala” o “perversa” esta contenido un bien profundo. Este bien se revela a Ud. –interna o externamente--cuando Ud. acepta la situación tal como es o se presenta.
“No resista al mal” es una de las mas grandes verdades de la humanidad.

Un diálogo con su Ser Superior sería:
“Acepte lo que es”
-       “No puedo. Yo me siento agitado e irritado por causa de ello”
“Entonces, acepte lo que es”
-       “¿Aceptar que estoy agitado e irritado?, ¿Aceptar que no consigo aceptar?”
“Eso mismo. Acepte su propia no aceptación. Entréguese a su no entrega. Y vea lo que sucede”.

      El dolor físico es uno de los maestros más duros que se puede tener. El nos enseña que “la resistencia es inútil” Es absolutamente normal no desear sufrir. Pero, si Ud. se despoja de ese deseo y acepta la presencia del dolor, tal vez note una sutil separación interna, un espacio entre Ud. y el dolor. Eso significa que Ud. pasa a sufrir conscientemente, aceptando. Cuando Ud. sufre conscientemente, cuando acepta el dolor físico de una enfermedad o accidente, ese dolor cambia al ego, porque el ego es formado sobretodo de resistencia. Lo mismo sucede con una gran deficiencia física.

      “Ofrecer su sufrimiento a Dios” es otra forma de hacer eso.
No es necesario ser cristiano para entender la profunda verdad contenida en forma simbólica en la imagen de la cruz. La cruz es un instrumento de tortura. Ella simboliza uno de los más grandes sufrimientos, limitaciones y desamparos que un ser humano pueda experimentar. Entonces, de repente ese ser humano se entrega, acepta sufrir conscientemente. Es lo que traducen las palabras de Cristo en la cruz: “Hágase en mi según su voluntad y no la mía.” En ese momento, la cruz, el instrumento de tortura, muestra su cara oculta: ella también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo Divino.

     Al entregarse, aquello que parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental se convierte en una abertura para esa dimensión.